Se afirma que somos seres constitutivamente morales, lo que significa que no nos queda de otra. Podemos comportarnos de forma moralmente correcta en relación con determinadas concepciones del bien moral, es decir, en relación con determinadas normas y códigos morales para nosotros valiosos con respecto a ellos, pero estructuralmente hablando, no existe ninguna persona que se encuentre situada más allá del bien y del mal.
Esto significa que ante el hecho moral,
por más que queramos, no podemos ser diferentes: somos seres morales tanto
porque nos apegamos a cierta moral como porque nos apartamos a ella. Desde los
orígenes mismos de la humanidad, la conducta humana se enfrenta a la doble
posibilidad de ser, precisamente “buena” o “mala”, digna o indigna del hombre.
La historia ofrece el testimonio
de la presencia de los valores del hombre humanizado, aunque sobre todo lo
ofrece de su ausencia y su indudable rareza; estas son consecuencia de dos
signos irreductibles de la libertad: la decisión y el esfuerzo.
Lo que explica la Ética es pues,
que el hombre es un ser constitutivamente moral. Bueno o malo, no puede no ser
moral, ya que, como hemos visto, la moralidad forma parte de la estructura de
la subjetividad humana, para bien o para mal.
A continuación se presenta un vídeo acerca del papel que juega el hombre como ser moral, en el cual se puede presenciar la manera en la que opta por destruir el medio que lo rodea con tal de satisfacer sus necesidades. Un vídeo que sin duda nos pone a reflexionar:
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