Una mentira es una expresión que resulta contraria a lo que se sabe, se piensa o se cree. El término suele utilizarse en oposición a lo que se considera como una verdad. La mentira, por lo tanto, implica una falsedad.
Quien pronuncia una mentira
espera que el otro tome sus palabras como veraces. De esta manera, la persona
que miente sabe que está incurriendo en algo falaz, pero su interlocutor puede
no advertirlo. Por eso se habla de descubrimiento de una mentira cuando el otro
sujeto advierte que ha sido engañado.
En este sentido, la mentira es un
antivalor, pues va en contra de los valores morales sobre los cuales se
fundamentan las relaciones interpersonales, como son la confianza, la
honestidad, la sinceridad y la veracidad. Por eso, mientras la verdad propicia
relaciones basadas en la confianza y el respeto mutuo, la mentira fomenta la
desconfianza, el clima de sospecha, la duda y la incredulidad entre las
personas. Así, la mentira destruye las relaciones que establecemos con los
otros, pues traiciona la confianza que nos habían dado.
Las razones por las cuales la
gente miente son múltiples: por obtener un beneficio, para no aceptar una
responsabilidad, para eludir una tarea, para no asumir una verdad, entre muchas
otras razones. No obstante, el problema moral de la mentira es que los logros
que se consiguen a través de ella se sustentan sobre bases falsas, sin
cimientos sólidos. En este sentido, las mentiras crean espejismos e ilusiones,
y suponen una forma de negación de nosotros mismos, de nuestra verdad y de
quiénes somos en realidad.
Se conoce como mentira piadosa a
una declaración que resulta falsa pero que tiene una intención benevolente. Si
bien no es una práctica bien vista por todos, pero puede evitar una herida en
situaciones en las cuales la veracidad de nuestras palabras no tiene un gran
peso. Podemos presenciar este hecho en el siguiente vídeo:
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